Radiografía de un renacer cultural

Mercedes Martínez: resucitando la danza en Igea

Tres años, treinta bailarines y un sueño
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Mercedes Martínez Álvarez me recibe entre palos de olivo (de Igea supongo...) y pañuelos coloridos que aún huelen a nuevo. Fisioterapeuta de día en Logroño y “agitadora cultural” el resto del tiempo, presume de raíces igeanas y se le nota: cuando habla de danzas y del paloteado se le iluminan los ojos.


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«Queremos que el paloteado vuelva a sonar en cada esquina del pueblo», suelta de golpe, como un lema que lleva ensayado tres años, los mismos que han pasado desde que reactivó el grupo de danzas. En ese tiempo la cuadrilla ha crecido hasta rondar la treintena de danzantes, niños con risas contagiosas, madres veloces cambiando pañuelos y un único chico (bueno, chico...)  adulto, Ángel, que se escapa del trabajo para bailar calle abajo en los pasacalles.


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La melodía original de Igea se perdió entre archivos polvorientos, así que Mercedes tiene 'fichados' a los gaiteros de Albelda para que compongan una música “que huela a encina y a Rioja Baja”. Mientras tanto, el grupo ensaya paloteados prestados y, por primera vez este año, repiquetea castañuelas. «Las castañuelas son como nuestras maracas riojanas», bromea mientras enseña a los pequeños a llevar el ritmo sin destrozarse los nudillos.


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El vestuario también ha dado un salto de época. Con la ayuda de Ana, erudita en trajes regionales, y Julia, costurera de paciencia infinita, han diseñado el atuendo “serrana”: falda carmesí, camisa negra y alpargatas porque, «somos más de campos que de salones». Junto al traje masculino, remozado para ir a juego, saldrá a la calle el domingo de la Virgen, cuando la plaza se llene de pañuelos y olor a vermú.


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Montar todo eso cuesta dinero y, aunque el ayuntamiento afloja lo suyo, la parte gorda corre a cargo del ingenio popular: cestas rifadas en mayo, bingos con risas, lotería de Navidad cazando décimos puerta a puerta. “Somos como una startup de pueblo”, ríe Mercedes, “siempre levantando fondos”.

Con un repertorio que ya roza las seis danzas, el objetivo es que cada miembro lo sepa todo “para que podamos bailar con diez o con veinte sin que se quede un paso cojo”. Esa versatilidad será clave cuando les toque salir fuera: Tudela ya les ha tendido la mano en un proyecto que recorre pueblos de La Rioja y Navarra, y suena el teléfono desde Tudelilla, Cervera o incluso Palencia. Merche confiesa que han tenido que declinar invitaciones porque todavía no existe una coreografía “marca Igea”, pero promete que eso cambiará en cuanto los gaiteros terminen “la banda sonora”.


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Las redes sociales hacen el resto. Un comando joven, Alba, Esther, Peña, Lorea y Amaya, sube fotos y reels a Instagram y Facebook con la soltura de quien ha aprendido a bailar con filtro de corazón. ¿Una web? ¿Un canal de YouTube? “Todo se andará, pero primero hay que sobrevivir al verano”, admite. Después de fiestas, el grupo baja el pistón hasta enero, cuando Mercedes y Beatriz, psicóloga y copilot del proyecto,  se sientan con una libreta a diseñar el curso. Este año, con Beatriz embarazada, han metido dos danzas nuevas y el público las ha aplaudido como si fueran hits de festival.


La investigación histórica tampoco se detiene. Entre sesiones de fisioterapia, Mercedes se escapa al Archivo de La Rioja o a Pamplona para rastrear papeles que confirmen cómo se golpeaban los palos en el siglo XVI. Colabora con Patxi, del grupo Garras, y con el coleccionista José Antonio, que atesora fotos en blanco y negro donde alguna abuela levanta el polvo del camino a base de porrazos rítmicos.


Reunir a treinta personas en ensayo es una gesta digna de procesión: hay veraneos, exámenes y turnos de fábrica que se cruzan. “Por eso mando vídeos y audios de castañuelas al grupo de WhatsApp; el salón de tu casa también es un aula”, explica Mercedes, que no pierde el humor ni cuando un ensayo coincide con una ola de calor.


En cuanto al apoyo musical, "estamos en ello", intentamos 'liar' a Quique, que se ha empeñado en dominar la gaita en Logroño, acompañado de Arrate y el marido de Virginia, que aún andan peleándose con los redobles. Mercedes los espera con una mezcla de paciencia y orgullo: «Si aprendemos todos, el pueblo entero podrá marcar el compás». Y mientras  todos vuelven a colocar los palos en su funda, Merche susurra casi un deseo: «Que nadie tenga que preguntar qué es el paloteado de Igea; que lo vivan, lo bailen y lo sientan».


Merche y Ziortza

Merche y Ziortza rodeadas por el Grupo de Danza durante un ensayo


© 2025 Ricard Fadrique

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