Fe, calor y buen yantar junto al Linares

San Roque 2025: Misa, migas y memoria

La cofradía cumple y el pueblo acompaña
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San roque

Foto: Perdo Sáez-Benito Abad

La tradición ha vuelto a tirar del pueblo. A primera hora, con el sol ya apretando más de lo normal, decenas de vecinos y devotos se han acercado hasta la ermita de San Roque, ese rincón precioso donde el Linares y el Reajo se dan la mano. El paraje lucía como en las grandes ocasiones y, dentro, la ermita, antiquísima y coqueta, se llenó de cofrades y fieles dispuestos a honrar al santo.

A las nueve en punto, el párroco ha oficiado la misa. El murmullo previo se transformó en silencio respetuoso y, por un rato, el calor quedó en un segundo plano. Había ganas de celebrar, de juntarse y de seguir haciendo pueblo.

Terminada la ceremonia, la cofradía ha continuado con el ritual que nunca falla. En la sacristía, y en un ambiente festivo, han corrido las viandas generosas ofrecidas este año por el cofrade mayor, Ángel Alonso, “El Corona”. Entre bocado y bocado, el secretario ha dado cuenta de las actuaciones del último ejercicio y se han pasado las cuotas anuales, como mandan los estatutos y la costumbre.


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Foto: Perdo Sáez-Benito Abad

Mientras tanto, en la explanada, muchos asistentes se han quedado a disfrutar de unas migas de categoría, de esas que te reconcilian con el día. El picoteo ha estado amenizado por los músicos de “La Abuelita”, que han puesto banda sonora a la mañana. Y no han faltado estrenos: se ha inaugurado una mesa de piedra preciosa, de esas que piden tertulia larga y, además, ya corre el agua por la fuente de piedra que preparó hace tiempo Ángel “Caracolito”. Detalles que suman y que dejan huella.

El momento más emotivo ha llegado con la interpretación de “El Silencio”. Los músicos la han dedicado a Agustín Sáez de Guinoa, cofrade fallecido recientemente, y el paraje entero se ha quedado, por un instante, suspendido. Muchos ojos brillando, muchos recuerdos, y ese “gracias” colectivo que en los pueblos se dice bajito, pero se entiende a la primera.

La romería de San Roque en Igea mantiene intacta su esencia: misa madrugadora, hermandad en torno a la mesa, música de casa y mejoras que se hacen entre todos, piedra a piedra. Y, sobre todo, una forma de estar juntos que no prescribe. Porque cada agosto, cuando suenan las campanas de la ermita y el pueblo se reúne en la confluencia de ríos, Igea se reconoce a sí misma: tradición viva, memoria compartida y ganas de seguir.

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