Alguien dijo hace mucho tiempo que en Igea “todo anda descaminado menos las aguas que van por los caminos”, dando a entender que el agua se salía de su cauce por falta de limpieza y mantenimiento, y que esta carencia no era exclusiva del tema de la buena administración del agua, sino que afectaba a todos los órganos de la administración local.
El agua es vida y fuente de riqueza para el hombre, alivia nuestra sed, la de animales y plantas, mueve turbinas que generan energía, es, en definitiva, un recurso tan vital que no podemos permitirnos el lujo de dejar que vaya fuera de su cauce.
Igea está enclavado en un lugar árido, con pluviometrías escasas que no llegan a los 400 mm anuales de media. Ello ha propiciado a lo largo de los siglos al desarrollo de una “Cultura del Agua” entre sus habitantes para aprovechar al máximo un recurso tan vital y escaso. La orografía de nuestro entorno es abrupta y accidentada. El río Linares es el eje hidráulico al que vierten decenas de arroyos y barrancos, y de ellos se deriva el agua mediante pequeños o grandes azudes a una red kilométrica de acequias y brazaños que llevan el agua a lugares recóndicos y alejados siguiendo las curvas de nivel del terreno y sorteando los barrancos mediante acueductos hechos de piedra y barro.
Tenemos hasta un vocabulario propio relacionado con el regadío tradicional de Igea: acequia, aneja, brazaño, acueducto, sifón, frontales, varas, sobrerreguero, radía, en orden, de arriba, de abajo, cajero, balsa, pantano, mayordomo, pregonar el orden, tajadera, atajo, mina, comunidad de regantes,... Un ejemplo de la cultura del agua que ya ha desaparecido era el reparto de la limpieza de los “frontales” de las acequias principales, La Cabaña, La Serna, Olivedo, Ranal, Rescasal, La Rueda,... Un frontal era la longitud de acequia que correspondía limpiar a un Labrador en proporción a su extensión de tierra dentro una acequia principal. Los frontales se medían por varas, que tenían una longitud de 83 cm.
La modernización de los regadíos mediante la conducción entubada del agua conllevará otros usos y maneras de distribuir el agua. Cambiarán las palabras, y ya no hablaremos de tajadera, sino de hidrante, de atmósferas de presión, etc. Y desgraciadamente, el tiempo y la naturaleza destruirán las antiguas acequias, acueductos... como ya está ocurriendo en muchos casos. Un ejemplo de ello es la acequia de Nistoso Somero. Antes de que el tiempo lo devore todo, te invito a darte un pequeño y agradable paseo siguiendo la ruta adjunta marcada en el mapa por el “sendero” del agua de Nistoso para que contemples los dos últimos acueductos del tramo final de esta acequia.
El camino parte del puente medieval. Cogemos la carretera de Grávalos y, justo en la segunda curva, nos adentramos en un pequeño “bosquete” de olivos que está encima del antiguo molino. Tomamos un camino de tierra de unos 3 metros de ancho que va entre el límite de los olivos y el monte. Después de caminar unos 300 metros, nos topamos con dos majestuosos y centenarios olivos que bien podríamos asimilar a las antiguas Torres de Hércules por su gran porte y altura. Están situados en el cono de deyección de un pequeño barranco de la Sierra de Palallana y justo donde termina la acequia de Nistoso Somero.
Y aquí, en las Torres de Hércules, es donde comienza nuestro primer Sendero del Agua, porque caminando contracorriente sobre las ausentes aguas de la acequia, en unos 5 minutos contemplaremos la belleza de dos antiguos acueductos que salvan un barranco importante y otro menor, muy próximo. Antes de comenzar el camino de vuelta, disfrutaremos de una bella panorámica de Igea a la orilla del Linares, entre frutas y olivares, como dice la canción compuesta por Ángel Sáez-Benito Ortega. La visión del Moncayo, al fondo a la izquierda, engrandece aún más la belleza del lugar.
Volvemos por tierras avancaladas con muros de piedra en las que nuestros antepasados plantaron olivos que hoy ya son centenarios. Atravesamos el primer barranco, seguimos bajo el pequeño bosque de olivos y enseguida llegamos al punto de partida junto al molino harinero.
Ruta nº 1: Acueductos de la acequia de Nistoso Somero