Bordeando la angosta carretera me dirijo al pueblo que me vio nacer. En un rrecodo del camino, tras la arboleda de un barranco, espigada, se ve aparecer la silueta de la torre parroquial.
Alguna vez no acudí
a nuestra cita del final del verano.
Cómo una amante antigua
te has quedado cosida
en mi alma y en la mirada de las flores
que de lejos ven unos ojos llorosos.