En el sendero de hoy vamos a conocer, sin ningún género de dudas, el árbol de mayor porte de todos los existentes en los 55 km cuadrados del término municipal de Igea. Está ubicado en el paraje del “Campillo”, entre “Los Cacinares” y “Las Polladas”, en la margen derecha del Reajo, junto a las faldas de los montes de “Ulagoso”.
Se trata de un superviviente de los antiguos bosques que poblaban las sierras, montes y campos de Igea antes de que la mano del hombre lo transformara todo, cuando éste se hizo agricultor y ganadero. Vamos a caminar por un sendero que nos permitirá conocer un árbol muy singular, La Encina gigante del Campillo. Un árbol grandioso, único en nuestro pueblo. Destaca tanto que es visible desde varios kilómetros. Está conformado por un poderosísimo tronco principal con forma de V que emerge del suelo con tal fuerza que su copa casi roza las nubes. Un hijuelo de menor tamaño convive armoniosamente con la V principal.
Para llegar a La Encina del Campillo se puede partir desde Igea y recorrer andando los poco más de cuatro km que dista del pueblo siguiendo la carretera de Cornago, o bien, empezar la ruta en el aparcamiento del Tronco Fósil, frente del Santuario del Villar. Al otro lado de la carretera veremos un camino flanqueado por el monte del Villar a la izquierda y por una fila de olivos a la derecha. Cruzamos el asfalto, tomamos el camino y, después de llanear unos 300 metros, el espacio se abre ante nosotros dejándonos a la vista la sierra de Ulagoso, los campos de cultivo y el arroyo del Reajo (“Regajo” según la etimología original). Una pronunciada cuesta nos llevará enseguida hasta este humilde afluente del río Linares, que en este lugar siempre lleva agua; la acequia del Villar, una gran chopera y un abrevadero para el ganado son el mejor indicador de que la vida surge donde hay agua. Cruzamos este humilde aprendiz de río, subimos una cuesta con buena pendiente de la que, hacia su mitad, parte a la izquierda el camino de “Las Polladas”, lo tomamos y conforme vamos ganando altura, ampliamos el campo de visión quedando embriagados por la belleza del lugar: campos cultivados de almendros, olivos, viñas y cereal, bordeados por las estribaciones de Ulagoso que miran al norte. En las umbrías de estos montes crecen enebros, sabinas, romero, ulagas y, afortunadamente con mayor frecuencia y presencia, encinas y coscojas, las que fueron dueñas y señoras de estos parajes hace siglos. La menor presencia del ganado y el abandono de los campos antaño cultivados en las laderas del monte están obrando el milagro de la recuperación natural del bosque mediterráneo.
Un volumen arbóreo descomunal impactará sobre nuestra vista aunque no queramos, La Encina del Campillo sobresale arrogante sobre toda la masa vegetal cultivada por el hombre . Para llegar hasta ella solo hay que mirarla y dejarnos llevar por el sendero de nuestra intuición.
Y allí está, poderosa, sobresaliente,amenazando a viejos almendros y olivos centenarios que parecen miniaturas a su alrededor, dejándolos totalmente acomplejados por su esplendor. No hay duda de que el agua que ha fluido durante siglos por la Yasa que hay junto a la encina ha contribuido a hacerla fuerte, vigorosa y orgullosa, ha hecho posible que estemos ante un árbol soberbio, singular,... ¡Todo un espectáculo de la naturaleza!.
Después de disfrutar plácidamente de tanta belleza natural, podemos desandar el camino de ida por donde hemos venido, o seguir explorando este paraje tan singular por otros caminos y veredas del lugar.