Paseando con Pedro Sáez-Benito Abad

La Balsa del Ranal

LOS SENDEROS DEL AGUA, ruta nº 8
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En los Senderos del agua anteriores recorrimos los antiquísimos acueductos de piedra de la zona de Nistoso Somero, la conducción del agua de boca desde la fuente de Hierro hasta Igea y la humilde balsa del Rescasal que embalsa como un tesoro los pequeños hilos de agua que llegan a ella desde el Reajo. Hoy vamos a conocer el paraje donde se halla la balsa del Ranal. Para ello iremos desde el pueblo hasta la almazara por la carretera de Cervera. Tras de cruzar la Cañada, cogeremos a nuestra derecha el camino  que va a la ermita de la Virgen del Pilar.  El primer tramo del sendero está muy humanizado, con varias casas de campo seguidas.


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Es tiempo de otoño y una variada  paleta de colores conformada por viñedos de uvas blancas y tintas, almendros, cerezos, nogales, ciruelos, pomares, olivos, coscojas, etc, nos pinta un sendero muy atractivo para contemplar y disfrutar hasta llegar a la ermita.

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El viejo y austero edificio religioso destaca sobre los campos de cultivo por estar enclavado en un pequeño promontorio desde el que se ensancha nuestro horizonte. Las aguas de la Hoya de Gimileo riegan todos los campos que rodean la ermita dando lugar a una vegetación exuberante y vigorosa que un clima seco y áspero como el nuestro no permitiría de ningún modo. El verdor de los campos de alfalfa y un centenario y grandioso olivo situados frente a la puerta de la ermita dan fe de ello.


Un pequeño ventanuco nos deja ver el interior del austero y casi vacío edificio; el único ornamento es un hermoso retablo barroco situado al fondo, en el altar mayor.

En nuestros días, todavía se conserva la tradición de los romeros igeanos de acudir todos los doce de octubre, día del Pilar, a celebrar una misa en honor a La Pilarica. Ese día, o cualquier otro, podemos aprovechar para ver la cercana balsa del Ranal a la que llegaremos en cinco minutos caminando por la pista que sale de este paraje en dirección al arroyo del Reajo.

Nada más comenzar a bajar una pequeña pendiente que nos lleva a este humilde aprendiz de río, veremos a nuestra izquierda la balsa del Ranal.


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Originalmente, esta pequeña balsa, como todas en Igea, era de tierra compactada. En los años 70 del siglo XX se reforzaron con hormigón las paredes que dan al Reajo para aminorar las inevitables filtraciones de agua. Una tupida vegetación de plantas adaptadas al medio acuático como eneas, carrizos, juncos, algas..., puebla los fangos del fondo. El croar de las ranas delata su abundante presencia, ya que tienen en este espacio acuático su medio natural y vital, de ahí el nombre del embalse. Casualmente, el día que recorrí este sendero para hacer las fotografías fui testigo de como una culebra se tragaba sin ningún rubor una rana viva a la que prendió por una de sus ancas, porque no olvidemos que la naturaleza es bella y salvaje al mismo tiempo, muy salvaje.


El aporte de agua a la balsa se hace mediante una simple acequia de tierra que se toma en el Reajo justo encima de una pequeña cascada sita sólo 150 metros aguas arriba. En las ocasiones en las que el Reajo baja crecido, el rugido del agua al saltar el desnivel existente pone la nota musical a un paraje hermoso.


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Desandar el camino que nos ha traído a este bello rincón del término municipal de Igea disfrutando de una naturaleza adaptada a las necesidades del hombre nos llevará poco más de media hora.


Texto y Fotos: Pedro Sáez-Benito Abad


Localización

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