La reciente campaña de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Aceite de La Rioja ha sido un claro ejemplo de que más cantidad no siempre se traduce en mejor calidad. Con una cosecha que superó los 3.700.000 kilos, en comparación con los 2.800.000 kilos del año anterior, el volumen de producción ha sido notable. Sin embargo, este incremento ha estado acompañado de un rendimiento graso decepcionante, lo que ha generado inquietud entre los productores y consumidores.
Las precipitaciones abundantes durante los meses previos a la recolección jugaron un papel crucial en este desenlace. Aunque el agua es esencial para la recuperación del olivo, las lluvias excesivas han dificultado el engorde del fruto. A pesar de que 2024 se perfilaba como un año de recuperación gracias a las lluvias, la realidad ha sido que el exceso hídrico provocó que las aceitunas engordaran sin poder transformar ese volumen en aceite. Como resultado, el rendimiento graso se ha situado en un 15 por ciento, lo que ha llevado a las almazaras riojanas a elaborar solo 620.000 litros de Aceite de La Rioja. Esta cifra, si bien representa un incremento del 10 por ciento respecto a la campaña anterior (563.800 litros), es insuficiente para compensar la cantidad de frutos recolectados.
El mercado del aceite de oliva ha estado marcado por la incertidumbre en cuanto a los precios. Tras la finalización de la cosecha, los precios del aceite de oliva han comenzado a caer en los estantes de los supermercados. Hace apenas tres meses, el precio alcanzaba los 15 euros por litro, pero actualmente se sitúa en 5,20 euros por litro. Esta caída es significativa, pero el impacto no ha sido el mismo para los aceites de oliva virgen extra, que han experimentado una reducción más moderada.
En el caso del Aceite de La Rioja, la situación es aún más compleja. Desde que el oro líquido de la región alcanzara su precio máximo en el último trimestre de 2024 (10 euros por litro), ha bajado a un promedio de 8 euros por litro. Esta disminución en el precio depende en gran medida del consumo del producto, que hasta el momento ha mostrado una tendencia estable.
La combinación de una cosecha abundante pero con un bajo rendimiento graso plantea desafíos importantes para los productores y la industria del aceite de oliva en La Rioja. La necesidad de adaptar las prácticas agrícolas y de manejo del agua se vuelve cada vez más urgente, mientras que los consumidores deben estar atentos a las fluctuaciones de precios y calidad en un mercado en constante cambio.