En la pasada legislatura, el Gobierno de La Rioja llevó a cabo un exhaustivo inventario que pone en evidencia la dramática situación de abandono de un legado arquitectónico que ha formado parte de la identidad de esta región durante siglos. Este inventario no es solo un listado de edificios en peligro de extinción, sino un testimonio silencioso del olvido que amenaza con borrar fragmentos fundamentales de la historia.
Más de sesenta bienes, distribuidos por los valles de La Rioja, fueron catalogados como inmuebles en grave riesgo de desaparecer. Cada uno de ellos, con su propio relato, revela las cicatrices de un abandono prolongado: tejados hundidos, muros colapsados, la humedad que devora la piedra y la maleza que irrumpe con fuerza, reclamando un espacio que antes era suyo.
Las iglesias y ermitas, una parte vital del patrimonio religioso y cultural de la región, son las más visibles y trágicas víctimas de este proceso de extinción. Con cada edificio que se derrumba, con cada ermita que desaparece bajo una capa de hiedra, la memoria colectiva de La Rioja se diluye. No se trata solo de estructuras de piedra y madera, sino de la vida que una vez transcurrió entre sus muros: las tradiciones, los oficios, las celebraciones y los esfuerzos de generaciones que, con trabajo y sacrificio, contribuyeron a erigir estos monumentos que nos conectan con el pasado.
Cada uno de los inmuebles catalogados tiene una historia propia, cargada de significados para las comunidades que los rodean. Desde las antiguas iglesias que eran el centro de la vida religiosa hasta las casas que acogían a las familias de antaño, pasando por los molinos, puentes y otros elementos que daban forma al paisaje urbano y rural, todos forman parte de un tejido cultural que está a punto de desintegrarse.
La comarca del Alhama-Linares, no escapa del listado. La Botica de los Moros, la Ermita de San Esteban de la Canejá en Cervera del Río Alhama, el Convento de Nuestra Señora de Campolapuente (Cornago), el Conjunto Iglesia de Santa María en Muro de Aguas o la Iglesia de Santa María de Turruncún, son ejemplos representativos.
Por lo que respecta a Igea, *La Casa de los Moros en Igea, tiene un alto valor de importancia según dicho listado. Las grietas verticales de gran envergadura en todas sus caras manifiestan la necesidad imperiosa de actuación sobre el bien patrimonial para evitar su desplome y pérdida total. Abandono, maleza y restos de explotaciones agrícolas próximas son otro aspectos negativos en cuanto a su conservación.
La importancia de la conservación del patrimonio no solo radica en su valor histórico y cultural, sino también en el vínculo emocional que estos bienes generan en las personas. Cada monumento en peligro es un testigo de las generaciones pasadas, un puente hacia el pasado que permite entender quiénes fuimos y cómo llegamos a ser quienes somos.
El reto es grande, pero no insuperable. La sensibilización, la inversión en restauración y la colaboración entre instituciones y ciudadanos son clave para evitar que esta parte de la historia se desvanezca. La memoria colectiva no solo se guarda en los libros, sino también en las piedras de los edificios que nos rodean, y si no hacemos algo pronto, muchas de esas piedras se desintegrarán, llevándose consigo recuerdos irremplazables.
* La Torre del Moro o Casa de los Moros se encuentra a 2,5 Km. aproximadamente de Igea, en la margen derecha del río Linares, aguas arriba. Es una construcción de planta rectangular, con muros de manipostería y sillarejo cogidos con mortero de cal y arena y, también, de yeso y arena, de unos 73 cm. de espesor.