Bajo el sol pegadizo de julio, el equipo Garras ha vuelto a montar su “campamento base” en las laderas rojizas del valle del Linares. Tras tres veranos seguidos peleándose con los colmillos y las garras de un espinosáurido XXL en Virgen del Villar 2, el grupo capitaneado por Pachi Sáez Benito, director honorífico del Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, cambia de tercio: este 2025 buscarán los huesos de un ornitópodo gigante escondidos en el nuevo yacimiento de Las Cerradas.
Los ornitópodos fueron dinosaurios herbívoros que caminaban sobre dos patas y que a veces se ponían a cuatro para pastar con calma. Las primeras prospecciones apuntan a un animal de más de diez metros y tres toneladas; de confirmarse, sería el más grande de su grupo hallado jamás en La Rioja.
La “presa” se encuentra en sedimentos de la Formación Enciso (Cretácico Inferior, 120–125 millones de años), justo donde antes existió un lago en el que el dinosaurio quedó enterrado y fosilizado con mimo químico: el billete perfecto “hacia la eternidad”, como le gusta decir al propio Sáez Benito.
Excavación con puertas abiertas
La campaña, financiada por el Gobierno de La Rioja a través de la Dirección General de Cultura y el Aytuntamientoo de Igea y coordinada junto a la Universidad de La Rioja y la UPV/EHU, se extenderá hasta el 12 de julio y puede visitarse reservando plaza en el Centro Paleontológico de Igea. Quien se acerque verá de cerca martillos neumáticos, pinceles milimétricos y a un batallón de estudiantes sacando hueso a hueso, cámara en mano para Instagram.
Además, el 11 de julio el ciclo Café con el Dinosaurio celebrará en el pueblo los 40 años de excavaciones de Garras, recordando aquel Hypsilophodon que en 1985 puso a Igea en el mapa jurásico de Europa.
De espinosaurios a ornitópodos… y lo que venga
¿Por qué dejar un carnívoro tan mediático por un “pacífico” herbívoro? Pachi lo explica sin vueltas: “La ciencia también va de variar el menú. Ya hemos exprimido al espinosaurio; ahora toca saborear otro bicho y aprender cosas nuevas”.
Y aunque reconoce que aún no saben “ni la mitad de lo que hay bajo la arcilla”, confía en que el hallazgo traiga cola académica y turística. En los últimos cinco años, el Museo de Igea ha duplicado visitantes; la hostelería local lo nota y los chavales del pueblo acuden como voluntarios, porque, “lo de encontrar huesos de dinosaurio a cinco minutos de casa no se ve todos los días”.
Lo que está en juego
Queda mucho polvo por quitar y quién sabe cuántas vértebras por encajar, pero el ambientazo de “campamento de verano jurásico” ya se respira entre cascos, crema solar y el eco inconfundible de las sierras. Si la naturaleza se porta, y Pachi confía en que sí, este julio Igea volverá a rugir… aunque sea con el tranquilo mascado de un gigante herbívoro.