La mañana épica de Irene García

¡Menuda historia para contar en el recreo!

La “caza-dientes” de Igea
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Irene

Irene , Adrián y Hugo, junto a una parte del Grupo Garras.


¿Plan de finde? Irene García, una niña igeana de pura cepa, hace de cicerone para sus colegas Adrián y Hugo por la ladera del yacimiento de Virgen del Villar 2, ese terrenito arcilloso donde los mayores llevan años sudando la gota gorda para sacar huesos de dinosaurio.

Entre bromas Irene ve algo negro asomando entre las grietas del suelo. Lo agarra, sopla el polvo y… ¡zas! Un colmillo curvado, rugoso, con un centímetro de pura historia jurásica marcado en cada estría.

Con el diente en la mano, los tres bajan junto a sus padres al Centro Social de Igea (el bar de toda la vida), donde el Grupo Garras 2025 recupera fuerzas tras excavar en Las Cerradas. Allí pillan a Carlos y José con el refresco a medio sorbo. Cuando la niña deja el hallazgo en la mano de Carlos, ambos se miran incrédulos.

“Nos hemos encontrado esto", comenta la chavalilla. Y va y me saca un diente que parece de película… "Nos hemos quedado helados”, confiesa José.

En cuestión de minutos, el colmillo inicia una procesión hasta la mesa de Pachi Sáez-Benito, director de la excavación, y de Xabier Pereda, el paleontólogo de pro. Lupa en mano, giran la pieza bajo la lámpara y sueltan la sentencia: “¡Diente de espinosaurio, tal cual!”

Aplausos, un par de “¡qué puntazo!” y un móviles disparando fotos coronan la escena.

La cara de Pachi se ilumina:“Esto no se ve todos los días”, admite mientras felicita a Irene y explica a sus padres que aquella “piedrecita” merece vitrina de museo.

Y es que no es la primera vez que la chiquilla clava un hallazgo: el año pasado ya encontró un trozo de mandíbula que hoy luce etiquetado en la colección local. “Esta niña hay que ficharla”, bromea Xabier. “El futuro de la paleontología de Igea va en zapatillas.”

Al despedirse, Irene solo lanza una pregunta: “¿Puedo seguir buscando?” Y claro, ¿quién le dice que no? Porque cuando la curiosidad se mezcla con la mirada fresca de una niña, la prehistoria se hace presente de golpe… y todo Igea vuelve a soñar con gigantes de dientes afilados que nadaban donde hoy crecen almendros.

¡Enhorabuena, Irene! Que nunca pierdas las ganas de mancharte las manos de historia.

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