Si algo dejó claro el Cierre de Temporada de Garras 2025 en Las Cerradas (Igea) es que, cuando los dinosaurios se mezclan con la cuadrilla más entusiasta de La Rioja, la ciencia acaba pareciéndose a una fiesta de pueblo (con polvo hasta las orejas).
La última jornada: susto, momia y bizcocho-saurio
Por la mañana, ya enfilábamos la cuesta (Un cortafuegos) para llegar al yacimiento cuando el todoterreno de Jose (el ya legendario Patroleitor) se atascó en un cráter abierto por las tormentas de la víspera. Nada grave: apareció Quico al mando de su retroexcavadora y, entre chanzas y algún “¡dale más gas, hombre!”, el coche salió del socavón con la dignidad justa para seguir subiendo la ladera. Poco después, los Garras izaron la última “momia”: un bloque escayolado con huesos, acaso de ornitópodo, listo para viajar al Centro de Interpretación Paleontológica de Igea, donde pasará el próximo año bajo el bisturí de Alba y compañía. Un ratito después, geotextil al canto y el yacimiento quedó sellado y señalizado para 2026.
Entre pico, excavadora y pala, llegó la visita de Enea con sus padres: bizcocho con forma de dinosaurio en una mano, peluche en la otra. El muñeco recibió bautizo exprés, “Pezuñas” y terminó presidiendo la mesa del almuerzo, rodeado de camisetas y botas polvorientas. Tras la correspondiente comida en el Centro Social, Abrazos, selfies y la promesa de volver el próximo verano pusieron el broche a un día que empezó con un bache y terminó en subidón colectivo.
Un repaso a dos semanas de hueso y sudor
Todo arrancó el 4 de julio, con el terreno aún por desbrozar y los nervios de primera cita. Veinticuatro horas después apareció el nivel fosilífero, lo que dio un respiro al equipo y confirmó que Las Cerradas guardaba material jugoso pese a su pronta fama de yacimiento “cabezota”.
El 7 de julio, paralelamente a las Fiestas de San Fermín, llegó el primer sobresalto paleontológico: asomó un diente de terópodo “que no era de los espinosaurios de siempre”, como soltó Pachi con media sonrisa. Aquello cambió el guion del día y obligó a enfajar un bloque entero “por si hubiera más bicho dentro” .
Dos jornadas después, el matemático y divulgador Eduardo Sáenz de Cabezón se ganó el honor y el dolor de bíceps de clavar el buyón 2025: un clavo de acero que la cuadrilla otorga a su padrino anual. Edu dejó las ecuaciones para empuñar pico y brocha, y se hartó de bromear con caracoles dinosaurianos mientras los termómetros rozaban los 35 °C
El 10 de julio fue día de quirófano cretácico: rescate de un bloque “delicado de narices”, envuelto en escayola y volteado con coreografía milimétrica para no fracturar vértebras de 120 millones de años.
El viernes 11 de julio, el yacimiento se convirtió en aula al aire libre durante el programa “Pasea La Rioja”. Turistas, gorra en ristre, vieron en directo cómo los Garras preparaban momias contrarreloj antes del aviso amarillo por tormentas, mientras en el Centro de Interpretación se servía un “Café con el Dinosaurio” bien cargado de divulgación y anécdotas fósiles.
Y aunque la lluvia del sábado quiso chafar la recta final, el equipo terminó la semana con hallazgos de ornitópodo “pata negra”, varias vértebras sueltas y la certeza de que bajo Las Cerradas queda aún mucho dramaturgo cretácico por desenterrar.
Hasta luego, Las Cerradas
Con el yacimiento tapado, el Patroleitor fuera de peligro y “Pezuñas” oficialmente adoptado, científicos y voluntarios se fundieron en una ronda de abrazos que olía a sudor, yeso y promesas de futuro. “Nos vemos en 2026 con más café, menos baches y (quién sabe) otro diente rebelde”, se escuchó antes de que los últimos coches enfilaran carretera hasta sus puntos de origen (Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Madrid, Navarra ...)
Porque excavar aquí no es solo arrancar huesos: es escribir, capítulo a capítulo, la novela jurásica de un pueblo que ya presume de tener ciencia en cada esquina… y un bizcocho saurio en la vitrina de recuerdos.
FOTOGALERÍA DE GARRAS 2025
© 2025 Ricard Fadrique