Esta tarde la Iglesia de la Asunción de Igea se convirtió en un auténtico auditorio de lujo. Los bancos se llenaron de incondicionales que no quisieron perderse el concierto de la Coral Unión y Armonía, un grupo que hace honor a su nombre porque lo suyo fue, precisamente, eso: unión y armonía a raudales.
Desde el primer acorde se notó que la parroquia estaba dispuesta a viajar en el tiempo. La sesión arrancó con polifonías que nos llevaron de paseo por el Renacimiento, con voces entrelazadas que parecían acariciar la piedra centenaria de la iglesia. Poco a poco, y sin que apenas nos diésemos cuenta, el repertorio fue dando un salto elegante hacia melodías más cercanas y populares, hasta aterrizar en habaneras, esos que invitan a tararear en silencio y que provocan sonrisas cómplices en más de un asistente.
El contraste resultó delicioso: de los ecos solemnes del pasado a la calidez íntima de canciones que todos llevamos grabadas en la memoria. Y todo ello con la imagen de la Virgen del Villar presidiendo desde su altar, como testigo privilegiada de una tarde que supo a cultura y a emoción compartida.
Los aplausos, largos y sentidos, fueron la mejor prueba de que el público salió encantado. Porque en Igea, cuando la música se mezcla con las piedras de la historia, el resultado es pura magia.