Medianoche. El reloj marca la frontera entre el viernes y el sábado y, con ella, Igea cambia de piel. Lo que hasta hace unas horas era un pueblo casi tranquilo, se convierte de golpe en un hervidero de música, risas, bengalas y abrazos. Porque sí, el Desentierro de la Cuba volvió a demostrar que no hay mejor forma de arrancar las fiestas patronales que desenterrando la alegría… y algún que otro litro de zurracapote.
La cita fue, como manda la tradición, en el Pontarrón, donde cientos de jóvenes (y no tan jóvenes) se juntaron con un único objetivo: encender la mecha de las fiestas 2025. Y vaya si lo consiguieron. Las bengalas iluminaron la noche con destellos rojos, verdes y dorados, dibujando en el aire una especie de aurora boreal riojana que hizo vibrar hasta a las piedras del puente medieval.
El recorrido hasta la plaza, escoltado por la charanga Wesyké, fue un auténtico desfile de energía. Trompetas, bombos y tambores marcaron el paso de una marea humana que no paraba de cantar, saltar y corear cada estribillo como si fuera el himno nacional de Igea. “¡Que comiencen las fiestas!”, gritaban unos. “¡Que no se acabe nunca!”, respondían otros.
El ambiente era tan intenso que parecía que la propia Cuba, tras meses bajo tierra, estaba deseando salir a bailar. Y así fue: una vez “desenterrada”, el ritual dio paso a una explosión colectiva de euforia. No faltaron abrazos de reencuentro, selfies con las bengalas de fondo y, cómo no, el clásico comentario de “esto es solo el principio”.
La madrugada se alargó, porque en Igea todos saben que el Desentierro de la Cuba no es solo un acto: es la chispa que prende un fin de semana de tradiciones, toros, música y peñas. Un recordatorio de que, al menos durante unos días, la vida se mide en charangas, amigos y alegría compartida.
Y así, entre risas, humo de bengalas y el eco de los metales de Wesyké, Igea abrió oficialmente las puertas de sus Fiestas Patronales 2025. La Cuba ya está en la plaza… y la fiesta, también.