El corazón científico de Igea late entre fósiles y paciencia

El laboratorio de paleontología hierve de actividad
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Adrián, Juan Pedro y Diego en el Laboratorio CIPI


En el laboratorio del Centro Paleontológico de La Rioja, en Igea, no hay prisa, pero sí mucha precisión. Entre pinceles diminutos y martillos de geólogo, Diego Escanero Aguilar, geólogo por la Universidad de Zaragoza y paleontólogo por la Universidad Autónoma de Barcelona y Juan Pedro Fraga Hernández, también biólogo por la Universidad de Alcalá y parentologo por la Universidad Complutense de Madrid, dedican sus días a liberar huesos de dinosaurios y peces atrapados en roca desde hace más de 120 millones de años.

A su lado, Adrián Blázquez, geólogo por la Universidad de Complutes de Madrid, cómo no, paleontólogo también e ilustrador, estudia dientes y placas óseas (osteodermos) de cocodrilos prehistóricos encontrados en la misma zona. “Ya llevamos identificadas al menos tres o cuatro especies diferentes. Cada fragmento cuenta una historia. Solo hay que saber escucharla”, explica con entusiasmo, mientras compara formas y texturas bajo la lupa binocular.


“Villar”, el espinosaurio que no cabe en el museo

El protagonista del momento se llama “Villar”, un espinosaurio de unos ocho metros de longitud descubierto en el yacimiento Virgen del Villar 2. Su hallazgo, tras dos intensas campañas de excavación (2022-2024), ha revolucionado al equipo.
Según los investigadores, podría tratarse del espinosaurio más completo hallado en la Península Ibérica, con cráneo, columna y extremidades bien preservadas. Por su tamaño, bromean, “no cabría entero en el museo actual”.

El ejemplar está siendo preparado con mimo, capa a capa, para que el investigador Erik Isasmendi pueda iniciar su estudio formal. Su análisis podría aportar claves sobre la evolución y el comportamiento de estos grandes depredadores semiacuáticos.


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Britney, Garras y ahora Villar: la trilogía espinosauria

Igea se ha convertido, con razón, en la capital riojana de los espinosaurios. “Eran pescadores, pero si pasaba algo muerto cerca, no decían que no”, afirma  Diego.
Primero fue “Britney” (Riojavenatrix lacustris), luego llegó “Garras” en 2018, y ahora “Villar” completa la saga.
Cada uno ha aportado piezas diferentes al rompecabezas de cómo eran y vivían estos animales que combinaban garras poderosas, hocicos de cocodrilo y un apetito por el pescado… aunque no despreciaban un buen banquete de carroña.

Los estudios sugieren que los ejemplares más jóvenes comían casi exclusivamente peces, mientras que los adultos podían cazar presas mayores, incluso otros dinosaurios, un cambio de dieta que recuerda a la madurez de los depredadores modernos.


Entre cocodrilos y huesos: una fauna diversa

Pero no todo son espinosaurios. El mismo yacimiento de Virgen del Villar 2 ha revelado una sorprendente diversidad de cocodrilos prehistóricos.
Gracias al análisis de dientes fósiles, Blázquez ha podido distinguir tres o cuatro especies distintas que convivieron con “Villar”, cada una adaptada a un nicho ecológico diferente.
Estos hallazgos sitúan a Igea como un ecosistema excepcional del Cretácico Inferior, donde convivían grandes depredadores, peces y reptiles acuáticos.


El arte de reconstruir el pasado

Además de investigador, Adrián Blázquez es paleo-ilustrador, aunque confiesa ser “alérgico” a la inteligencia artificial en este campo.
“Una ilustración científica no es un dibujo bonito”, dice. “Cada músculo, cada color, cada escama debe justificarse con evidencia. En ciencia, la belleza está en la precisión. La IA puede hacer imágenes espectaculares, pero no sabe por qué pinta lo que pinta” proclama.

Por eso, en su mesa, conviven fósiles reales con bocetos a lápiz y referencias anatómicas. Cada trazo intenta dar vida a criaturas que desaparecieron hace millones de años, pero que hoy, gracias a su trabajo, vuelven a caminar entre nosotros en forma de ciencia y arte.


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El valor de la paciencia

Detrás de cada exposición o publicación hay horas, días y meses de trabajo silencioso. Antes de que un fósil llegue al museo o a una revista científica, debe pasar por un largo proceso de limpieza, consolidación y estudio. "Lo importante no es la rareza del fósil, sino lo que podemos aprender de él", explica uan Pedro.
Los permisos de patrimonio, la priorización del material más completo y la demanda de los investigadores marcan el ritmo. Y ahora mismo, “Villar” es la prioridad absoluta.


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Igea, tierra de gigantes

Lo que ocurre en el laboratorio de Igea va mucho más allá de la ciencia: es una aventura de curiosidad, precisión y amor por el pasado.
Con “Britney”, “Garras” y “Villar”, el pueblo riojano suma ya tres espinosaurios de renombre, además de una fauna fósil que no deja de crecer.
Cada nuevo hallazgo consolida a Igea como uno de los enclaves paleontológicos más importantes de Europa, un lugar donde los gigantes siguen despertando… hueso a hueso. Y es que aquí el pasado no se fosiliza, se despierta.


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