FOTOGALERÍA DE LAS JORNADAS MEDIEVALES DE CORNAGO
La villa riojana vecina de Cornago se vistió de capa, manto y herramientas antiguas los días 18 y 19 de octubre con la celebración de sus XVIII Jornadas de Artesanía Medieval de Cornago. Bajo el cielo de La Rioja Baja y a la sombra del poderoso Castillo, una fortaleza del siglo XIV que vigila el pueblo desde lo alto, la historia cobró vida durante dos días de mercado, talleres, música, fuego y buen yantar.
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Desde la mañana del sábado todo comenzó con bullicio. Desde el mercado de artesanía o el gran desfile inaugural, donde campesinos, siervos, nobles, trovadores y bufones desfilaron por el casco histórico hasta el castillo para dar el pistoletazo de salida al evento.
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Durante el día, se escucharon gaitas y laúdes, los yunques de las fraguas chispeaban, las aves rapaces surcaban los aires, y los más jóvenes se sumergían en los secretos del barro, la cuerda o el telar. La mañana se alargó hasta la hora del “buen yantar”, cuando se sirvió una rica fideuá con costilla, al mediodía.
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Por la tarde, los talleres se multiplicaron: tiro con arco, alfarería, macramé, forja, escritura medieval, hilado… el menú, variado y pensado tanto para niños como para los que quisieran revivir oficios casi olvidados.
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Cuando llegó la tarde-noche, la atmósfera se volvió aún más mágica. Teatro, luchas cuerpo a cuerpo en la zona del castillo, bailes medievales en la Plaza Mayor, espectáculo de fuego y la tradicional bajada con antorchas marcaban el fin de la jornada. Luego, entre risas y música celta, la cena medieval cerró el día con broche de oro y quienes acudieron vestidos de época consiguieron, sin duda, un punto extra de encanto.
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El domingo, el pueblo despertó con aroma a rosquillas artesanas. Las calles volvieron a llenarse de puestos, talleres y demostraciones: vuelo de aves rapaces, forja, juegos tradicionales, cuentacuentos… incluso “el reparto de la sopa boba”, que arrancó sonrisas y buen rollo entre los asistentes.
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El mediodía del domingo incluyó degustación de champiñones y una comida popular de garbanzos con sepia que reunió a visitantes y vecinos en un ambiente de camaradería que pocas veces se ve. La tarde siguió con magia, más talleres y una dulce clausura con chocolate y bizcochos en las inmediaciones del castillo.
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Se trata, en suma, de un auténtico viaje al pasado porque Cornago se convirtió por un fin de semana en una villa medieval viviente, donde los oficios, la música, la artesanía y la buena comida se conjugaron para crear una experiencia diferente. Visitantes de todas partes pasearon por sus calles empedradas, descubrieron souvenirs hechos a mano, degustaron migas del pastor, bollos preñados y se dejaron llevar por la magia de la historia.
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