Pleno extraordinario del Ayuntamiento. Vídeo: Peter Sáez
El último pleno extraordinario del Ayuntamiento de Igea tuvo de todo… menos lo que la mayoría de la gente había ido a escuchar. La sala se llenó como pocas veces para arropar a Esme Arnedo, la persona que lleva más de una década al frente del Centro Social, ese “jubilado” que hace mucho que dejó de ser solo un bar para convertirse en uno de los corazones del pueblo.
Los vecinos querían claridad sobre su futuro, después de que el Ayuntamiento anunciara la licitación del servicio. Pero lo que se encontraron fue un movimiento de freno: el debate se aplazó y el tema quedó colgado, como quien deja una conversación pendiente justo cuando se estaba poniendo seria.
Un comienzo de trámite… antes del plato fuerte
La sesión arrancó con un punto de puro trámite: la aprobación del acta del pleno de julio. Nadie puso pegas y se aprobó por unanimidad, sin ruido ni sorpresas.
La mayoría de las miradas ni siquiera estaban aún en la mesa: estaban en Esme, en ese ambiente de nervios contenida que se respira cuando todo el pueblo sabe que lo importante viene después.
Aplazamiento de la licitación del Centro Social: freno de mano en plena subida
Cuando llegó el momento clave, el Ayuntamiento propuso aplazar el debate y la votación sobre la nueva licitación del Centro Social. El argumento oficial: encargar un informe jurídico externo que “blinde” la legalidad del proceso y dé seguridad jurídica al Ayuntamiento antes de mover ficha.
Sobre el papel, pedir un informe jurídico puede sonar prudente. En un contexto tan sensible, un servicio muy visible, un local público, una persona conocida que lleva años al frente, un procedimiento de contratación con reglas estrictas, nadie quiere cometer un error que luego tumbe el pliego o la adjudicación.
Pero claro, la otra lectura también estaba encima de la mesa:
La respuesta del equipo de gobierno fue clara: hoy solo se decide si se aplaza o no; el contenido de la licitación se debatirá en el próximo pleno donde se lleve el tema, una vez esté el informe jurídico. Es decir: hoy, ni hablar del pliego.
Al final, se aprobó el aplazamiento. Habrá que esperar a un próximo pleno para entrar de verdad en el fondo: qué condiciones se van a pedir, por cuánto tiempo, con qué baremos y qué se va a priorizar: el precio, el proyecto social, la experiencia, el arraigo… o un poco de todo. Mientras tanto, Esme y el pueblo se quedan exactamente donde estaban: en la incertidumbre.
¿Qué está en juego? No es solo un bar
El Centro Social de Igea no es un bar cualquiera, y lo sabe todo igeano. Se levantó sobre el antiguo edificio que fue escuela y hogar del jubilado, derribado en 2008 para levantar el actual inmueble inaugurado en 2010. Hoy es 'hogar' de mayores, punto de encuentro y escenario de media vida social del pueblo.
Allí se celebran meriendas, reuniones de asociaciones, partidas de cartas interminables, comidas familiares, cafés improvisados y hasta jornadas de emprendimiento rural y actos institucionales.
Que se decida su gestión en un concurso público es lógico: es un servicio municipal y la ley obliga. El problema no es ese. El problema es cómo se hace, cuándo se comunica y con qué sensibilidad se trata a quien lleva más de diez años levantando la persiana, dando de comer y beber, y aguantando el día a día del pueblo.
Por eso dolió especialmente que, según se comentó en el pleno, parte de la comunicación sobre la licitación se hiciera por WhatsApp. ATI, el grupo de la oposición (Ahora Toca Igea) pidió expresamente que no se use ese medio para algo tan serio con el actual adjudicatario. Y con razón: una cosa es avisar de que el café está listo, y otra muy distinta comunicar el futuro de un negocio y de un servicio público. Por eso las redes sociales de Igea se llenaron de comentarios, casi todos incrédulos, tras el enuncio de este Pleno.
El resto del orden del día: papeles que pasan y dinero que se mueve
Después del gran tema (aplazado), el pleno continuó con otros puntos más técnicos pero importantes:
Son decisiones del día a día municipal, poco vistosas pero imprescindibles: mantener caminos, cobrar tasas, que las cuentas cuadren. Nadie llenaría la sala solo por esto.
Foto: Villar Navas
La filtración del borrador del pliego: cuando la información sale por donde puede
Uno de los momentos más tensos llegó con la queja explícita del Ayuntamiento por la difusión en redes sociales de información del borrador del pliego de licitación del Centro Social.
El equipo de gobierno recordó a los concejales su deber legal de guardar reserva sobre la información no pública, citando el artículo 16.3 del Reglamento de Organización de las entidades locales, y advirtió de que estas filtraciones dañan la imagen institucional, pueden tener consecuencias jurídicas y, sobre todo, afectan a los principios de igualdad y libre concurrencia en un concurso público.
Hasta aquí, la parte jurídica es impecable: en cualquier licitación, filtrar borradores puede dar ventajas a unos posibles interesados frente a otros, o generar confusión si ese texto luego cambia.
Pero también hay otra cara de la moneda que muchos vecinos pensaban mientras escuchaban:
Es decir, el problema no es solo quién filtra, sino por qué tanta gente siente que si no es por una filtración, no se entera de nada. Y eso también desgasta la confianza en las instituciones.
Lo que viene ahora: informe, nuevo pleno… ¿y diálogo?
Del pleno salen marcados varios “deberes” para el Ayuntamiento:
Un toque de atención desde el pueblo
Más allá de informes, pliegos y reglamentos, el pleno dejó una imagen que debería hacer reflexionar a todos los grupos: una sala llena de vecinos, mucha gente mayor, gente joven, clientes habituales del Centro Social, todos ahí para apoyar a Esme y para recordar que detrás de cada contrato público hay rostros, historias y un pueblo que mira.
El mensaje de la gente es claro:
El informe jurídico podrá decir si el pliego es impecable en términos legales. Lo que el Ayuntamiento y la oposición tendrán que decidir en el próximo pleno es si también lo es en términos de sentido común y de respeto a quienes dan vida, cada día, a ese edificio de ladrillo que, más que “Centro Social”, muchos sienten como su segunda casa.