2ª Y 3ª PARTE

La Malcasada

por ALFREDO ÁLVAREZ BERMEJO
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EL ROMANCE

Consta de tres partes: En la primera la malcasada nos relata las labores que realiza diariamente y lo que su marido hace en el monte para aportar algún alimento extra a la mesa. En la segunda es el marido quien nos cuenta su pastoreo en dos jornadas distintas: en la primera suelta y cierra en Las Ramundillas y en la segunda suelta en El Calvario y se ve obligado a cerrar por tormenta en Zancás.

En la tercera aparece el último cabrero y hago mención entrañable a unos cazadores y pastores ya desaparecidos que patearon el Alcarama (significa sierra de la dignidad) a sus anchas muchas veces sin alambradas, bien para trabajar (siembra, escarda, acarreo,trilla,leña, ganado etc ) o disfrutar cazando para vender la caza.



MALCASADA ALFREDO2



LA MALCASADA

Cuando me casó mi madre me casó con un pastor

chiquitito y jorobado hecho de mala facción.

No me dejaba ir a misa, tampoco a la procesión,

y que me estuviera en casa remendándole el zurrón.

Me mandó hacer una sopa, lo necesario faltó,

el aceite en el trujal, los ajos en el Rincón.

Me quitó mis lindas joyas, me puso su zamarrón

y me mandó con las cabras como si fuera un pastor.

Por la noche cuando vine las cabritas me contó,

tres cabritas me faltaban tres zurritas me pegó.


Estribillo:

Yo gruñiir, el regañar y las cabras sin soltar

Los domingos me mandaba a semantar el ramón

para quedarse en la cama fumándose un cuarterón.

Él traía ramonizas, ulagas y algún raigón,

yo las quemaba sin duelo por la noche en el fogón.

Asaba buenos chumarros y algún que otro caracol

y encendía un cigarro con una ascua de tizón.

Por el mañana temprano vacío los orinales,

me lavo en la palangana y abro bien los ventanales.

Lleno la tinaja de agua y lavo los mandilones,

pongo el botijo a la fresca y la ropa en los balcones.

Avío sola a mis hijos y les paso la peineta,

cuezo el caldero al cochino, a las gallinas doy suelta,

me ayudan a hacer las camas y ellos se van a la escuela,

las chicas van con sus tabas, la tanga y la comba entera,

el chico trompa y rondera, y en el cinto el tirapiedras.

Y cuando salgan de clase el chaval tiene tarea,

traer para los conejos un buen brazado de hierba,

si es posible zarrajones, lluejo, amarillas o mielgas.

Amaso unos cuantos panes de harina blanca en la artesa

que llevo a cocer al horno en una zaranda nueva,

y ya les hago a mis hijos a cada cual su culeca

con el huevo, la costilla, el chorizo y la manteca,

y bajarán a Las Casas el veintinueve a comerla.

Yo le ponía el talego con mendrugo y requesón,

un buen trozo de cebolla y un casquito de jamón.

Lleva una vara de fresno y cuerna para la sal,

un cuchillo cabritero y lazos para cazar.

A eso de media mañana traigo la leche a cogote,

por delante el delantal y una flor en el escote.

Doy la leche a mis veceras, bien medida y sin mojar,

a unas les doy un cuartillo y a otras no les puedo dar.

Para que esto no ocurra he encontrado solución,

echar un chorrete de agua en la fuente el Pontarrón.

La vecera que me coge media libra nada más

es porque se la bebe ella y el marido sin tomar.

Con la leche que me sobra hago queso en canastillos

que consumimos en fresco o los vendo a los vecinos,

el suero para los perros y si no para cochinos.

Cogió unas cabras a diente de un cabrero que murió

y este verano pasado a su viuda le pagó

veinte primalas y un macho que hace un lustro le prestó.

Cuando encoja alguna cabra con la piedra a sobaquillo

le entablilla bien la pata con cañas de Los Campillos.

Cuando ya se hizo mayor con las piedras no atinaba,

se empinan por donde quieren las cabras más descaradas.

Él levantaba el garrote y mandaba a Canalejas

que les mordiera las patas, pero sin tocar las tetas.

Lleva un macho conducente y un chivo prometedor,

que cuando salen en celo se las disputan los dos.

Y en llegando el mes de abril echa su macho a la dula,

cobrando cinco reales por cada chota que cubra.

Si las cabras careando van delante del pastor

es porque las deja a su aire o es un viejo sesentón.

Tiene podenca ligera y un carea cazador,

y si arranca alguna liebre la pican entre los dos.

Talla sus propios badajos con algún espino negro

que los ata con oguetas por dentro de los cencerros.

Cuando subía a la sierra agitablas me traía,

pimpollos, moras de zarza y pisuelos que cogía.

Coge topos y lagartos, reiblancas y gazapillos,

alguna rata galana y tordas con los cepillos.

Tapa cabos y encañados, hundidos y coladeros

y así cogen muchas veces los conejos sus dos perros.

En llegando el mes de mayo sabe nidos de perdiz,

arranca los pelos largos al caballo de la crin.

Pone cepos en cirrieros y perchas para perdiz,

para lazos en senderos para liebre y jabalí.

En llegando el mes de agosto saca aludas con esmero

para coger perdiganas que vayan al aguaero

por la estacá del Carrasca y la fuente el Saltadero.

Y de San Roque adelante van llegando sin descanso

rabirroyos, aleticas, palmetes y aves de paso.

Para no perder los cepos y evitar la comadreja

cuelga las trampas con gomas en troncos y ramas secas.

Allá por el mes de octubre, antes de echar a volar,

guardará muchas aludas para en invierno cazar

las charlas y los malvices que llegan por El Pilar.

A mediados de septiembre cava bien los cebaderos

echa las granzas de trilla de avena, trigo y centeno.

Pone la red en el suelo así coge el bando entero,

los machos para reclamo y una hembra para el celo.

El reclamo de la jaula llama a tocayas en celo

que en Igea coincide a primeros de febrero.

En púlpito pone al macho que canta ya sin pereza

con arrullos, arrumacos y ajeos en pie de guerra.

Él se mete ya en la choza y descubre la tronera,

tirará primero al macho y después lo hará a la hembra.

A partir de los quesitos el río se va estiando

y coge cachos, madrillas en los reciales a mano,

que los marea en los pozos con nueces que ha machacado.

Y cuando llega Santiago limpia chopos con el gancho,

se ayuda de un ahorcaperros para subir a lo alto.

Las hojas para las cabras y la leña para el amo,

que saca palos de alubia y horcachas para manzanos.

Si no lo crees pregunta al Pablo el del Inocente

que se cortó con el gancho y fue cabrero eminente.

Si se muere alguna cabra la pone bien a la vista

y así la desguacen pronto los de las peñas arriba.

Primero la picaraza que por algo es la más lista,

el blanquillo y el milano, los cuervos y las grajillas,

levantahuesos y abantos que no respetan la fila.

Y una zorra con dos crías que llegaron a la res

no consiguieron tajada para nadie de los tres.

No sufráis animalistas porque queden sin cenar

ni les pongáis comederos que esta noche cazarán.

Allí ya no queda nada de tofo lo que sí había,

la naturaleza sabia recicla todos los días.

Hasta aquí llega el relato de la mujer del pastor,

ahora será mi marido quien os cuente su labor.

Es hora ya de soltar de leche ya están vacías

y paradas en el cielo cantan ya las goyorías

con las bulbutas y hocetes saludan el nuevo día.

Me subo hacia la cantera, piedra de Fonsarracín,

un águila se descuelga amenazante hacia mí,

defiende los dos polluelos que tiene en este cantil.

Por la solana el Onofre va el Querubín con sus cabras

que con una voz muy fina canta una jota igeana:

Adiós umbrío el Temblero, puntal de Peña Amarilla,

cuántas veces te he pasado sin tabaco ni cerillas.

Y entro por La Casa Blanca, tocando El Hoyo Montera,

en frente La Muga el Bizco y a la derecha La Iruela.

Por el casal de Las Vacas oigo cantar al Julián

lanzando a los cuatro vientos su famoso Ajulilá:

Canta el cuco y el milano, cogujadas y andarríos,

reiblancas y ruiseñores, y la perdiz junto al nido:

Carras, carrascascajá, en aquella ulaga tengo

escondido mi nidal, pollando estoy doce huevos

que romperán en San Juan.


Almuerzo en la fuente El Chan, que mana entre dos romeros,

rodeada de gamones y no sabinas, enebros,

 junto a la abejera El Peña y el corral del Baldomero.

Si apecho a los Pericazos domino Las Cañadillas

y en la casilla del Pepo florece la manzanilla.

Y si me asomo hacia el río, juncal de La Celedonia,

 los almendros del Ramiro y también del Sote el Polla,

los mayores propietarios del barranco Majahonda.

Como en la fuente el Temblero y echo siesta en La Patricia,

me escogoto hacia el barranco y llego hasta La Balsilla.
Cojo el sendero somero y asomo a Las Ramundillas.

donde veo mi corral con su majal y casilla.

Y cuando las sombras caen y el mochuelo se despierta

vamos llegando al corral pues la noche está muy cerca.

Yo tiro del taruguero y les abro bien la puerta

pues los cabritos reclaman con premura ya la cena.

Ellos balan y ellas tosen y los lamen con cariño

pero nadie se equivoca ni de teta ni chotito.

Y cuando todo está en calma se van juntando en familias,

las abuelas con las nietas y las madres con las hijas,

si hace buen tiempo al sereno y si nieva o hace frío

se tumban en el cubierto.

Cierro y atranco la puerta y me llevo a Canalejas

no sea que por la noche le vengan malas ideas.

Allí se queda el mastín con collar de buenos pinchos

a defender la cabrada de los lobos y otros bichos.

Y terminado el ordeño, vamos Mocha, Tita, Jara

a templarnos de romero al monte de Palallana.

Y me subo por Zancás hasta la estacá del Pulpa,

donde veo a los dos Chenas con sus galgos Sol y Luna

y que van cazando en mano con los palos y la dula.

Se han criado por el monte, lo conocen palmo a palmo,

del corral del Benedicto a La Horna y Valdemilanos.

Y subo por Culiblanco y el hoyo de la Cabestra,

arriba veo El Chimino, encima del Hoyo Pencas.

A la derecha Hoyaolivo con un cogote delante,

junto a la fuente Manolos y que es el Cerrillo El Hambre.

Allá veo el Santiaguillo, Corral de La Media Legua,

los corritos del Eutimio y la senda Valdesera.

Arriba en los Cobarijos los buitres buscan festín

frente a la solana el Cuervo y la fuente El Celemín.

En el Cotarro la senda se bifurca en dos senderos,

uno sube para el alto y el otro va al Comunero.

En mitad del Ajicalvo nace el barranco Morales,

cuna de la manzanilla según cuentan nuestros padres.

Como en la fuente el Catana y subo a los Seteruelos,

me bajo al Hoyo los Zorros camino del Guindilleo.

Allí solana Pepina y umbría del Quejigal,

sí bajo por el barranco estoy en Valdepaular.

Paso la fuente Podrida y el corral del Tío Marín,

que lo ha heredado el Pepito, es Cupido y Mandorrín.

Se está poniendo muy oscuro y truena en el Borreguil.

Empieza a llover muy fuerte, hay un amparo ya cerca,

apretamos mucho el paso para llegar a la puerta.

Aquí se quedan las cabras pues la tormenta no cesa.

Es un corral muy seguro sobre una piedra somera,

donde cerraba sus cabras el tío Antonio y la Marcela.

Me tapo bien con la manta y me bajo por Nistoso,

paso el barranco por cequia pues baja muy caudaloso.

Por el camino del puente oigo rugir al Linares,

que arrastra en sus aguas bravas varios chopos y cañares.

Del paseo Nicolás oigo ya el toque de queda,

el relucir de candiles y el humo de chimeneas.

Tiendo la manta en la lumbre y me quito las abarcas,

me caliento bien los pies con agua en una jofaina.

Cenamos cuatro chichorras y un buen trago del porrón,

nos vamos para la alcoba, tenemos frío los dos.

La zagala, mi mujer, llamada la Malcasada,

mete una piedra caliente junto a los pies de la cama,

rebozada con un trapo para no manchar las sábanas.

Le doy un soplo al candil y la mecha ya se apaga,

metiditos en el catre le susurro unas palabras

que le oí al Juanito el Mortis cuando en Juaniquí pastaba:

Agárrate Catalina que vamos a galopar

y mañana con el alba nos iremos a ordeñar.

Ya sólo queda un cabrero con una gran vocación,

del Cándido fue zagal y en el Vallejo creció,

con su padre y hermanito no es un Fermín que son dos,

al que le ayudan sus hijos y su mujer Asunción.

Desde muy niña sabía lo que era tener las cabras

pues la María y Santiago ya tenían no sé cuántas,

de Cuestarrey y las Navas con el Clavel las cuidaban

y la Rosi les cogía alguna liebre en la cama.

Ya no hay corral que son naves, ni ordeño por sobación,

la máquina pezonera se encarga de la extracción,

ni cántaros ni lecheras, que va directa al bidón.

La majada ya no tiene alfalfa, berza o ramón,

está vallada de alambre y parece una prisión.

Las sacan todas las tardes a pastar alrededor:

Campo Somero, Nistoso, por la Serna y el Rincón.

El Cristian con varios perros las conduce por el río

y la tiempla de bardal, de chopo y zaragatillo.

El Sote a las chamaritas las lleva a Valdesotillo

por la Horca, Santa Cruz y el Hoyo los Francisquillos.

En la nave queda el Mario cuidando la explotación

con los mastines, la yegua y el potro que ésta parió.

Mira el correo en el móvil y enciende el ordenador

observando que ya tiene licencia de cazador.

Hay un código no escrito de auténtico cazador,

marcaron tres requisitos los mejores del sector,

cazaron   en solitario perdiz y caza menor:

el Asterio y el Artemio, los Chenas y Afilador,

con el Quito y el Terriza, nieto Quico Cavador:

Busca la liebre en la cama y el doblete de perdiz,

y si tiras una de ala, no la dejes por allí.

Y con un rayo de luna ponte a espera al jabalí

y tírale si es berraco sin linterna ni candil.

Ya no están entre nosotros, por la sierra vagarán,

por los Riscos, Güesancina, La Coja y el Andañal,

observando con gran pena que está creciendo un pinar,

las perdices y las liebres así no prosperarán,

les han destruido el hábitat con terrazas y pinar,

las fincas que ellos rozaron para sembrar el trigal,

las fuentes donde abrevaron las bestias para acarrear:

la del sendero del Blanco y muga del Cantarral,

la del Sopa, la del Pato, la Peñuela y tío Germán,

la pieza en que me pusieron con doce años a segar,

y mi padre me decía enseñándome a cortar:

El que no siembra en la sierra nunca se tiempla de pan,

y recuerdo con nostalgia la pinta del segador,

en la cabeza el sombrero y por delante el zahón,

en la izquierda la zoqueta en la derecha la hoz,

a la sombra la boteja, pero nosotros al sol,

las chincharras no callaban y nos daba más calor,

los claros donde pastaban los borros a engordar,

las eras donde alventaban las palvas para cribar,

y el tamo los asfixiaba sin poderlo remediar,

paredes que levantaron con bancales al sembrar

guijarros, cucos, arvejas, yeros, avena y cebá,

que para hacer los vencejos el centeno en el solar,

las sendas donde acarreaban las estrepas al hogar,

las talegas con el grano y las mantas al pajar,

con reatas de borricos, de machos y caballar,

alguno queda descalzo y cojea al caminar,

acribillados por moscas que hasta les hacen sangrar,

todo lo han aterrazado para plantar el pinar,

sólo han quedado mis chopos como algo testimonial.

algunas fuentes libraron de momento nada más:

El Espino, Los Hoyuelos, La Teja y Bajo Portal,

El Pasadizo y Bardinos con Vallejuelo al bajar.

Pero con agua de lluvia también te puedes saciar

en el pozo Juan Anguiano y en el Bajo el Sabinal,

lo arregló Roque Conejo que pastaba por allá.

Menos mal que las encinas a los pinos se impondrán,

sobreviven siempre al fuego, la azá estrecha y gavilán,

son autóctonas, longevas y formarán carrascal.

Desde primeros de mayo hasta pasar San Fermín,

la sierra florece entera y se transforma en jardín:

escaramujos, estrepas, madreselvas y catueso,

la gayuba, la carrasca, candelera y el majuelo,

orquídeas, con el biércol, menta y tomillo salsero,

ababoles, agitablas, zarza y cardo borriquero.

Ahora ya, aunque hiciera falta, no se podría rozar,

el monte está destrozado para sembrar cereal.

No están en el Consistorio los que la hicieron plantar,

a nadie nos consultaron para tal atrocidad,

ellos sabrán si les dieron las gracias por repoblar.


ALFREDO ÁLVAREZ BERMEJO


MALCASADA ALFREDO3


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