Es difícil pasear por la Calle mayor de Igea sin encontrarse con ella. Sobre todo cuando hace bueno. De hecho, si no la conoces, en seguida sabes quién es ya que su sonrisa ilumina el portal de su casa donde pasa largos ratos sentada, contemplando al casi recién pintado Marqués de Casa Torre y saldudando a diestro y siniestro a cualquiera que pase por allí.
Pero detrás de la sonrisa de Villar Sáez de Guinoa Mattínez (Igea, 26 de febrero de 1936) no todo es alegría. El 11 de septiembre (si, otro 11 S) de 1958 su vida tomó otro rumbo. Su madre y hermano tuvieron un grave accidente de autobús en Grávalos en el que fallecieron quince pasajeros de la ruta Arnedo-Cervera. Su hermano salió ileso gracias a que su madre lo abrazó durante el impacto. Fue entonces cuando Villarina, la mayor de tres hermanos, tuvo que hacerse cargo de la tienda que regentaba su madre hasta que, tras 73 años de vida, la tienda cerró. 'De todo he vendido, de todo' explicaba con toda clase de anécdotas. 'Levantarme a las tres de la madrugada para venderle una pila a un hombre que la necesitaba para ir a regar'. 'A veces no me dejaban ni comer tranquila, aunque estuviera cerrada la tienda, pero yo siempre atendía. Creo que al cliente hay que darle la razón aunque no la tenga'.
Once años atrás esta igeana fue protagonista en los medios de comunicación. Nada agradable ya que cuatro atracadores asaltaron su casa mientras ellos dormían para robarles. 'Nos ataron, a mí y mi marido, me pegaron y me obligaron a abrir la caja fuerte... Se llevaron todo lo que quisieron', explica.
Villarina conserva una memoria privilegiada y recuerda como han cambiado las Fiestas de Igea. 'Antes los encierros eran de otra manera. La gente corría delante. Ahora todo son recortes. Y las charangas... Si hubiéramos tenido las de ahora, que se yo lo que hubiese pasado.' explica melancólica.
A Villarina se le ilumina la cara cuando habla de sus hijos y nietos. Villar, Manolo, Patxi e Iván. Todos ellos viven entre Logroño
y el País Vasco pero no dejan de visitarla en cuanto pueden. Pero a Villarina, a pesar de vivir sola casi nunca se le apaga la sonrisa de su cara. 'Tengo alegría por vivir', concluye.
© 2023 Ricard Fadrique