Situada estratégicamente sobre el cerro que domina el pueblo, la Ermita de Santa Ana se erige como uno de los emblemas más característicos de Igea. Su envidiable localización, es el lugar idóneo para contemplar el pueblo, la vega y todo el contorno en varios kilómetros a la redonda.
Esta pequeña iglesia construida en el siglo XVI en mampostería y ladrillo, es de una sola nave, en tres tramos y cabecera rectangular, con pilastras toscanas y arcos rebajados que soportan la cúpula de cabecera, aristas y lunetas en la nave.
Fue remozada por completo entre los siglos XVII y XVIII bajo criterios del clasicismo barroco. En junio de 1716 el procurador don Antonio Zurbano solicitó licencia a las autoridades eclesiásticas del Obispado para construir un retablo como colofón.
El 30 de junio de 1716 el doctor don Tomás Manuel García de Aguilar, Provisor y Vicario General, concedía la oportuna licencia en Calahorra a la Justicia y Regimiento de Igea para que, con cargo a las limosnas que tenían ofrecidas por entonces los devotos, pudieran encargar dicho retablo.
Fue el 26 de septiembre de 1716 cuando el licenciado y cura de la iglesia parroquial don Domingo Mallagaray, el alcalde ordinario José González, y los regidores Juan Antonio Mallagaray y Manuel Ortega, encargaron la construcción del retablo al presigioso y especialista arquitecto Juan Zapater Martínez, vecino de Alfaro con arreglo a sus propias trazas y condiciones por 220 ducados pagaderos en tres plazos iguales de la época.
La ermita de Sta. Ana ha sufrido muchas renovaciones, la última a finales de 2021, centrándose en la cubierta y aprovechando para arreglar el poyo y pintar el interior conservando su estilo y características.
Testigo de numerosos eventos históricos a lo largo de los siglos, durante el año, acoge una serie de eventos cultutales incluyendo bodas, bautizos o procesiones.
La celebración de la festividad de Santa Ana, que tiene lugar el 26 de julio, incluye una romería en honor a la Virgen de la Antigua, que se celebra cada año en el mes de septiembre.