El segundo encierro de las Fiestas Patronales de Igea 2025 fue puntual, a las 11:30 h., con las reses bravas de la ganadería de Enrique Domínguez de Funes (Navarra). Desde el primer cohete, y tras la subida de la Virgen del Villar a su ermita, ya se notó que iba a ser una de esas mañanas de piel de gallina: corredores apretando zapatillas, barrotes con curiosos y ese runrún de nervios que solo entiende quien ha visto venir de cerca los pitones.
Pero bueno, el recorrido fue relativamente tranquilo, sin grandes sobresaltos, pero con la dosis justa de adrenalina para no olvidar que aquí no hay ni trampa ni cartón: la vaca manda. Como es tradición, el momento más tenso se vivió en la plaza del Palacio del Marqués, ese rincón donde siempre pasa algo. Y, efectivamente, pasó: una de las reses decidió que quería saludar de más cerca al respetable y metió el hocico (y medio cuerpo...) entre las rejas, provocando una oleada de gritos y un buen puñado de “¡huy, madre mía!” entre el público. Nadie salió herido, pero más de uno notó cómo se le subía el corazón a la garganta.
Tras la carrera, la acción se trasladó a la plaza ya vestida de arena, donde se celebró la prueba de reses. Allí los mozos más valientes, los de siempre, vamos... y también los que no habían tenido suficiente en el encierro, se midieron cara a cara con las vaquillas. Entre carreras, quiebros y algún sustillo, el público lo pasó en grande, animando y aplaudiendo cada gesto de valor y cada embiste esquivado por los pelos.
En definitiva, un encierro de los que dejan sabor festivo: sin desgracias, con emoción en vena y con la sensación de que Igea sabe vivir sus tradiciones taurinas como nadie.
Y es que aquí, cada mañana de encierro es una historia nueva que se cuenta con sonrisas, nervios y muchos “Huy” desde detrás de la barrera.