Ni la lluvia quiso perderse las XXII Jornadas Micológicas de Igea. Aunque el agua cayó con ganas el sábado, tanto que hubo que suspender el encierro previsto, el pueblo volvió a demostrar que cuando se trata de juntarse, disfrutar y mantener vivas las tradiciones, no hay chaparrón que valga.
Desde el viernes, el ambiente ya se respiraba distinto, ese olor a otoño, a tierra mojada y a ganas de pasarlo bien. Las actividades se fueron sucediendo con el mismo entusiasmo de cada año: exposiciones de hongos y setas, charlas, degustaciones, talleres, visitas al Centro de Interpretación de la mano de Salva y, cómo no, buenos ratos en los bares del pueblo, donde café, vino y la conversación fueron los mejores antídotos contra el incipiente frío.
El Candlelight Micológico del viernes abrió las jornadas con un toque mágico y acogedor: velas, música en directo, vino, hidromiel y pinchos, pusieron el listón alto desde el principio. Una velada elegante, íntima y con ese “toque igeano” que convierte cualquier plan en algo especial.
El sábado, aunque la lluvia quiso ser protagonista, la gente no se desanimó. El cielo amaneció algo gris y con pinta de mojar, el tiempo dio tregua justo cuando hacía falta: durante el recorrido de pinchos micológicos. El ambiente fue perfecto. Apenas una gota. Solo risas, aroma a setas y mucho trajín por las calles de Igea, que volvió a llenarse de gente con ganas de disfrutar.
Desde el mediodía, los bares, peñas y asociaciones se convirtieron en auténticos templos del sabor. En el Centro Social arrancó la ruta con buen pie; la Peña La Simpatía, llegada desde Logroño, aportó su toque alegre, mientras la Peña El Hambre, de Calahorra, cumplió con creces su fama, sirviendo pinchos que quitaban el sentido.
El Bar Avenida vivió un ir y venir constante de gente, entre brindis y conversaciones animadas. En el Albergue de Igea, el ambiente fue cálido y animado y la Asociación Cultural Igeensis volvió a poner la nota, esta vez en el local de 'Los Divertidos', demostrando que estas jornadas no serían lo mismo sin su energía.
Para el toque final, la Pastelería Papín, de Logroño, endulzó el recorrido con un postre que dejó el mejor sabor de boca posible.
Hubo tiempo para disfrutar, saborear y reír. La lluvia, previsora, esperó a la tarde para hacer acto de presencia y aguar, nunca mejor dicho, el encierro previsto que tuvo que suspenderse. Pero el recorrido de pinchos salió redondo, confirmando una vez más que cuando Igea se propone celebrar, ni el cielo se atreve a llevarle la contraria.
Para rematar las jornadas, el domingo, el broche final corrió a cargo del Mago Alcalá, que hizo reír y soñar a grandes y pequeños con su espectáculo ¡Este mago está loco! en el Centro Social. Un cierre perfecto, un rato de ilusión compartida y muchas caras sonrientes.
Las Jornadas Micológicas de este año han sido un ejemplo más de lo que Igea sabe hacer mejor: convertir cualquier fin de semana en una fiesta, aunque el cielo se empeñe en aguarnos el plan. Porque sí, llovió. Pero también se llenó, una vez más, Igea. Y eso, al final, es lo que cuenta.